Cuando una buena amiga se va


Parte de viajar sola, me refiero a que no hay más personas contigo casi todo el tiempo, es tener demaciado espacio para pensar.

Pensar en lo que sea. Si piensas demasiado te creas una especie de ansiedad, ansiedad que he aprendido a controlar de a poco, pero cuando los pensamientos son recuerdos, esos sí no los domino, aún.

Hoy llegué a la alcoba. Esperaba ver a Rebeca en la cama, pero no. Estaba en el espacio de mis compañeros tripulantes, así que fui por ella. 

Cuando la adopté, esperaba crear un vínculo irrompible con ella. Tener a un pequeño alguien que me esperara con ansias y moviera la cola al escuchar mi voz. Con Rebeca aún no creo ese laso. Y me duele, porque con Yarilo o Lalo ya los tiene, incluso con el Isma. 

Al regresar a la cama, recordé cómo era llegar a casa de mamá. Ver bajar a dos hermosas desmadrosas a recibirnos. Que corrían por todo el edificio, contentas de vernos. Que me lamian las manos y me llenaban de pelos. 

Ya no. Una ya no está. Hace una semana Cofi partió con rumbo a las estrellas y allá se quedó.

Abrazar a Rebeca me hizo recordar a Cofi. Y es que son tan parecidas. Color blanco y orejas cafés. Correlonas y amorosas a la vez. No se dejan abrazar pero se acurrucan a tu ladito cuando se acuestan.

Ahora sólo estoy aquí, acostada con lágrimas en los ojos y una pequeña a mi lado. Analizando con amor cómo fueron esos 1,095 días a su ladito. 


Comentarios

  1. Tienes un manejo magistral de la narrativa: pasas de lo filosófico a lo cotidiano con una facilidad bárbara, y al mismo tiempo, a lo ontológico que tiene la vida misma, los momentos más dolorosos que nunca anhelamos.
    Te abrazo fuerte. Sierpe va a estar en tu corazón.

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  2. Te mando un abrazo fuerte, sé que ella estará contigo acompañándote en este viaje y también en todo momento de tu vida

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  3. Siempre estará contigo desde las estrellas, te abrazo, viajera!

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