Desde que soy la segunda al mando, siempre me preocupé porque mis subordinados estuviesen bien capacitados para sus actividades, que se sintieran a gusto en su lugar de trabajo; básicamente es su segundo hogar. Pasan casi toda su vida en el navío y pues ¿Qué mejor que hacerlos sentir así? Como en casa. 

Bueno, se abrió la oportunidad de dedicarme a eso, sólo capacitarlos y hacerlos sentir bien. Por su puesto que acepté. Mi gusto por transmitir mis conocimientos no me dejó negarme.

Hoy descubrí que no sólo es pasión por enseñar o el interés por mantener a flote el barco. Es mucho más.

Piratas de quién sabe dónde decidieron atacar una de las naves de nuestra embarcación. Dos de mis chicos estaban ahí. Asustados, golpeados, viendo, sabrá la Luna, qué sucesos horrorosos e innecesarios ocurrían. Pero ahí estaban. Sin deberla ni temerla.

¿Me asusté? Obvio. 

¿Lloré? Obvio, pero no frente a ellos. Sólo me dediqué a abrazarlos y decirles "tranquilo, ya todo está mejor".

Debía ser fuerte para ellos. Ellos confiaban en mí y yo los mandé al matadero. En realidad yo no quería que nadie fuera, pero lo pidieron y pues, donde manda Capitán, la segunda al mando sólo opina.


Comentarios

  1. Formar es complejo pero también reconfortante. Seguro que esas experiencias te harán, cuando llegue el momento, una gran capitana!

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  2. Me encanta, quiero seguir leyendo tus historias del mar.

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